Un poco de intimidad (Esme Cullen) +18

Describir qué significa Esme, es complicado para mí, pues me provoca sensaciones tan maravillosas e increíbles como indescriptibles. Pero dentro de las palabras que me alcanzan, puedo decir que me siento bendecido de tenerla conmigo y que me ame como yo a ella; además la eternidad a su lado en vez de ser una maldición se ha convertido en todo lo contrario... Mi vida tiene sentido porque Esme está en ella y porque me ha apoyado y ha estado conmigo, desde su conversión, en cada paso que he tomado. Podrán decir que junto a Edward, Emmett, Jasper, Bella, Rosalie, Alice, Marzia, Jade y Renesmee estoy completo como líder; y sí, lo estoy como líder del aquelarre, pero sin mi esposa no me siento completo como hombre.

Aquel día en particular necesitaba relajar tensiones respecto de la Reunión en la Mansión, por lo que caminé hacia mi habitación, buscando en el trayecto la mirada cómplice de mi esposa. Esperé que entrara, y entré tras ella cerrando la puerta con cuidado. Llevaba puesto unos pantalones de vestir negros, una camisa celeste con rayas sutiles azuladas y zapatos y cinturón oscuros. Ni bien ingresé a nuestra recámara, me senté en la cama observando la hermosura de mi esposa, vagando con mis pensamientos por todo su ser. -Me siento privilegiado de la perfecta vista que estoy teniendo en estos momentos-, le confesé sonriéndole con sinceridad y un poco de picardía a la vez que me ponía de pie y caminaba hacia ella. Olía exquisito, olía a mujer, a mí mujer; apoyé mi nariz contra su cabello y cerré los ojos por un momento dejándome impregnar por su aroma mientras rodeaba su cintura con mis brazos. -¿Puedo preguntar qué le apetece hacer al amor de mi vida en estos momentos?-, le pregunté apoyándola contra mi cuerpo.

Siempre estaba preocupada por mi familia. Mis hijos e hijas ocupaban una gran parte de mis pensamientos. Y luego estaba mi esposo, Carlisle. Pero los pensamientos respecto a él no eran en nada preocupantes.. más bien cariñosos y de otros matices carnales. Sentir su olor durante todo el día, sentir sus caricias o miradas, eran parte de una tortura diaria que debíamos pasar como un ciclo continuo de vida. Y luego por la noche, entonces parecía como si algo se desatara y quedáramos expuestos, solos y en privado para amarnos como tanto anhelábamos.

La reunión no había ido como hubiéramos querido. Sabía que Carlislé estaba preocupado. Pero no podíamos hacer nada, solo esperar a que Bella y Edward decidieran el momento justo para la gran mudanza. Aunque claro, todo ya estaba impecablemente preparado. Mientras las chicas se preparaban solo me bastó una mirada a Carlislé para saber que aquella reunión había finalizado para nosotros también.

Lo seguí tras su mirada cómplice y una vez más estábamos solos en nuestra habitación. Lo observé expectante mientras se acercaba a mi con su habitual paso lento, como extendiendo el momento. -Simplemente amarte.- Dije en vos baja aunque sabía que me escucharía fácilmente. Mientras me abrazaba por la cintura extendí los brazos para tomarlo por el cuello y lo bese lenta y sensualmente, despertando nuestro instinto más básico poco a poco. Sabía que él estaba tan ansioso como yo, pero alargar el momento era de lo más placentero para ambos.

Extendió los brazos y rodeó mi cuello con ellos para besarme de forma lenta y sensual; lo que despertaba aún más mi instinto carnal. Si bien moría por volver a hacerla mía, era consciente que el tiempo no era un límite; además, por ser vampiro, jamás me iba a cansar, y por estar locamente enamorado de ella, tampoco me iba a cansar. Acaricié su espalda palpando a la vez el cierre de su vestido; sonreí en sus labios y comencé a bajarlo lentamente, sintiendo cómo la tela cedía y se aflojaba liberando su piel. -Hmmm te ves fabulosa, pero tu piel desnuda es tu mejor atuendo-, le susurré seductoramente al oído mientras caminaba unos pasos hasta colocarme detrás suyo.

Corrí su cabello a un lado cuidadosamente, y procedí a besar su cuello con progresiva intensidad; mis labios subían y bajaban en un recorrido que tenía por objetivo pasear por cada cm de su piel a mi alcance. Cerré mis ojos mientras disfrutaba de la sensación, y pegué mi cuerpo al suyo sintiendo un cosquilleo en mi parte más íntima y viril. Esme despertaba en mí lo que ninguna otra mujer podría. Me detuve un momento y respiré apoyándole mi nariz para que un leve escalofrío recorriera su cuerpo. Quería encargarme de poderle hacer sentir una variedad de sensaciones que concluyeran en una de las mejores noches de nuestra eternidad.

Bajé su vestido por sus hombros, y su brassier sin tirantes quedó expuesto. -Traes muy bonita ropa interior, pero no será necesaria-, susurré a su oído mordisquéandole el lóbulo aún detrás suyo. -Esto se puede ir a descansar-, dije al mismo tiempo que le quitaba su prenda por completo; en el recorrido aproveché para besar sus piernas. Y cuando quedó vestida solamente por su brassier negro y sus bragas de encaje, me distancié unos pasos colocándome en frente suyo para poder admirarla en todo su esplendor. -Es usted exquisitamente hermosa, Señora Cullen.-

Mientras lo besaba podía sentir sus dedos acariciando mi espalda y bajando el cierre del vestido. No pude evitar sentir un escalofrío de placer recorrerme la columna vertebral como si piel anticipara lo que estaba a punto de suceder. Me puse en puntas de pie para besarlo mejor, pues era mucho más baja que él disfrutando de su cuerpo frotándose junto al mio. Esperaba que me alzara pero lo observé rodearme y tomarme por detrás. Jadee al sentir como besaba la zona sensible de mi cuello y observe con placer erótico nuestro reflejo en el gran espejo de mi antigua cómoda victoriana. Podía imaginarnos en la oscuridad de la edad media iluminados por una tenue vela.. así.. justamente en aquella posición, desnudándome lentamente como lo estaba haciendo ahora. Hasta que solo quedé con mi ropa interior.

Me mordí el labio mientras lo observaba cuando se puso al frente y me decía aquello. No era debido a mi naturaleza tímida y reservada, pero siempre me gustaba que me halagara. Por mucho que me esforzara o por mucho que él me lo repitiera, a veces pensaba que me hacía tan especial para haberme elegido y hacerme su esposa. Podría haber tenido a cualquier vampiresa, con grandes dones.. pero me había elegido a mi y eso era mucho más fuerte que cualquier otro motivo. Lo amaba y lo deseaba más que a nada en este mundo. -Y usted es el hombre más maravilloso del mundo señor Cullen.- Dije y tras sentirme tímida por su mirada abrasadora, me acerqué a él comenzando a desnudarlo lentamente mientras lo miraba llena de amor. Me acerqué y bese lentamente su cuello, aspirando su aroma a hombre, a mi hombre.

Se puso de puntas de pie para besarme, la afirmé contra mi cuerpo para que le fuera más sencillo mantener el equilibrio. Cuando me puse detrás suyo supe que le había desatado un millón de fantasías, de las cuales seguramente compartía con ella en su totalidad. Después de unos apasionados besos, me coloqué enfrente suyo; se mordió el labio y me volví loco, esa mujer sabía muy bien cómo sacar todo rastro de raciocinio en mí con tan solo un placentero suspiro. Me confesó que era el hombre más maravilloso del mundo; halago que me derritió solo como ella podía hacerlo.

Me empezó a desnudar quitándome prenda por prenda; y una vez que acabé desnudo, se acercó y beso lentamente mi cuello, provocando que pequeñas corrientes eléctricas me recorrieran por todo el cuerpo. Suspiré y cerré mis ojos mientras mis manos recorrían la aterciopelada piel de su espalda. Al llegar a su sostén, lo desabroché con el más ágil de mis movimientos; me alejé los centímetros suficientes como para que resbalara en el espacio contenido entre nosotros. La pegué a mí y solté un leve gruñido al sentir sus erectos pezones presionar sobre mi pálido tórax. Besé sus labios con lujuria y desesperación, la rodeé con mis brazos y la alcé en un solo movimiento. -Podría admirar su cuerpo mucho mejor si estuviera en horizontal-, le propuse al oído con una voz ronca que respondía a mi alto nivel de excitación. Acto seguido la recosté con delicadeza sobre nuestra cama matrimonial; sin duda había sido una excelente inversión. Me coloqué a su lado y la admiré una vez más... y es que jamás tendría suficiente.

Mi mano viajó por su cuello, bajó por su pecho y se dirigió hacia su abdomen plano. Suspiré al sentirla; prácticamente un siglo juntos y aún agradecía por cada encuentro que tenía con ella. Mis labios reprodujeron el camino que mis manos habían hecho previamente, y al llegar a su pelvis, sonreí con picardía. -Estas bragas estorban-, le dije mientras me deshacía de ellas con un movimiento limpio. Me acerqué a su sexo y aspiré su aroma de mujer; besé entre sus labios vaginales con extremada delicadeza, siendo consciente de las simultáneas sensaciones que le estaba produciendo. Su clítoris se expuso ante mí como si fuera una flor asomando en primavera, sonreí al admirarlo, y lo jaloné con mis labios. Quería provocarle el mayor de los placeres, era el único afortunado que tenía la posibilidad de hacerlo, y la iba a aprovechar.