New York, aquí vamos (Libre)

Comencé mi recorrido por todos los locales de ropa. Allí definitivamente sabían vestirse bien. Mi buen humor estaba a flote por tanto hablaba un poco con los humanos que me atendían. Se maravillaban de mi, se notaba a leguas pero no importaba porque si supieran acaso lo que yo era... se alejarían.
Las calles no estaban tan abarrotadas de personas como yo lo esperaba, eso seguramente se debía a la horrible nube gris que estaba en los cielos tapando todos los rayos del sol.
Mirar hacia arriba no era lo mejor que podía hacer. En realidad, se removía algo dentro mío, algo que los humanos conocían con el nombre de "angustia". No, no iba a permitir sentirme mal.
Sacudí apenas la cabeza para sacarme ese recuerdo de la mente. No importa. Estaba mejor sin toda esa bondad. Un poco de peligro no venía nada mal.
Frené mi paso ante una hermosa vidriera. No conocía esa marca pero a juzgar por el precio, seguramente era muy conocida. Sin embargo, no me entretuvo eso, sino el vestido impresionante que estaba allí. Era de un azul tan profundo como el mismísimo cielo y la tela parecía hecha por los ángeles.
- ¡Qué hermoso! - susurré en voz baja.

Había decidido pasear por la gran manzana; después de todo, cuando el dinero y el tiempo sobra, una se empieza a aventurar por el resto del globo terráqueo. Me subí a mi avión privado, y en cuestión de pocas horas viajé de Rumania a Estados Unidos. No llevaba demasiado en mi maleta, no pretendía quedarme más de un par de días.

Bajé del avión y me subí a un taxi que me llevó directo a un lujoso hotel llamado "The Plaza Hotel", al bajarme un empleado me ayudó con mi equipaje, y después de pagarle al conductor, ingresé al lobby. Allí me dieron mi tarjeta de acceso a una de las mejores suites. Era consciente que captaba las miradas de más de uno, pero no los culpaba... después de todo, mi belleza alcanza la perfección, es parte de quien soy.

Luego de pasar un rato entre mi habitación, y el confortable spa, me vestí con una falda negra que mostraba transparencias a partir de la mitad de mi muslo y se abría en dos tajos a la altura de mis piernas; y un top de encaje color crema junto a unos tacones a juego de suela roja. Me propuse salir a caminar un poco para visitar tiendas de ropa, y así poder ampliar mi armario. Contaba con la suerte de que el día se mantenía lo suficientemente nublado como para no hacer brillar mi piel. De pronto un "¡Qué hermoso!" me sacó de mis propios pensamientos, se trataba de una mujer que no era como el resto de los humanos; si de algo me servía haber salido con un ángel caído, es que podía identificarlos al instante, más allá que mi olfato me confirmara que no se trataba de una humana. Estaba admirando un vestido, ¿Qué estaba haciendo un ángel caído de compras?, me pregunté mientras adelanté unos pasos. -Bonito vestido, pero a mi gusto debería mostrar un poco más de piel-, le sugerí encandilando con mi impactante presencia.

Noté la presencia de un ser inhumano y volteé a mirarla. ¿Vampiro? ¿En serio? Yo que estaba confiada en que vivían en lugares como la legendaria Rumania y en cuevas o cosas así. En mi antiguo hogar nunca me había interesado por aprender las razas que viven en la Tierra. La verdad es que ahora me arrepentía un poco. No tener información no era algo muy bueno aunque tampoco es que me perjudicaba.
Sonreí ante su opinión y me encogí de hombros. Igualmente era cierto, si mostrara más piel sería mucho más lindo.
- Tienes razón - comenté - pero no soy de ir de compras por tanto cualquier vestido me parece bonito en realidad - expliqué observando nuevamente la vidriera.
La curiosidad quería salir de mi mente. Era de una raza distinta a la mía y eso sí que me daba intriga. No había tenido aún el placer de conocer a nadie así hasta el momento.
- Mi nombre es Elizabeth Gladion - susurré aunque me parecía extraño en mí estar siendo tan simpática. ¿Desde cuándo yo era sociable? Que más daba. Debía disfrutar mi estadía en el mundo de los mortales humanos, debía disfrutarlo y debía conocerlo. Lo mejor era tener una guía que me ayudara o al menos eso pensaba.

Se notaba que era bastante ingenua y que poco conocía acerca de mi condición. Usualmente no me sobraba la paciencia, pero si me llegaba a cansar, siempre podía usar mi don de manipular, y así librarme del peso. También podía darme cuenta que hace relativamente poco que había sido desterrada del paraíso, lo podía ver en su mirada, en la atmósfera que transmitía.

Me sonrió ante mi opinión y se encogió de hombros dándome la razón y confirmando que no tenía demasiado experiencia en el mundo terrenal. Se presentó como Elizabeth Gladion, y abrí un poco mis ojos ante la sorpresa que llevara mi mismo nombre. -Qué nombre peculiar para un ángel... más bien, ángel caído-, contesté. -Yo soy Elizabeth Báthory, qué curioso encontrar a alguien como tú en un lugar como este-, confesé hablando con mi usual seductora voz.

Otra Elizabeth... curioso. Si, supongo que era extraño para ella cruzarse así como así con un ángel caído. No parecía ser de la clase de ser a la que yo estaba acostumbrada. De hecho, no era en absoluto parecida a ninguno de mis "hermanos".
- Un placer, Elizabeth - murmuré mirándola - De hecho, es un nombre que elegí al car a la Tierra - expliqué con poco interés.
No recordaba mi nombre real y de hecho, era muy probable que mi propio creador me lo hubiera borrado de la memoria pero qué más daba. No quería saberlo ni me interesaba. Los recuerdos de mi vida anterior eran vagos y sin mucho sentido. No había sido tan lindo como cualquiera hubiese creído, mucho menos desde el gran inconveniente con Lucifer. ¿Habría caído también a este mundo?
- Soy recién llegada - comenté secamente.
El hecho de recordar no me agradaba, me provocaba dolor de cabeza.
- No soy la única que se encuentra en un lugar extraño - dije observándola con atención - Nunca me esperé que alguien como tú estuviese por estos lugares.

Me explicó que "Elizabeth" era el nombre que había escogido al caer a la tierra. Me miraba con curiosidad, como si jamás hubiese visto a un vampiro... ¡Pobrecita! Y a la primera que se cruzaba era a mí; no tenía ni idea de quién tenía enfrente. Yo podía llegar a ser un monstruo despiadado del que cualquier ser con suficiente razón, huiría. Solo un descabellado, que resultaba ser un ángel caído al igual que ella, me creía perfecta... y yo lo amaba.

La miré de arriba a abajo conforme me hablaba y confirmaba lo nueva que era en La Tierra, ¿Qué habría hecho como para ser expulsada del cielo? Me confesó que no se había esperado toparse con alguien como yo en un lugar así; si yo era su recibida, vaya paso el que tendría por mi planeta. Observé mi reflejo en el espejo y finalmente le contesté -Toparte con seres como nosotros es más normal de lo que piensas, estamos en todas partes; y más si el día no tiene ni una gota de sol-. Honestamente me estaba molestando e incomodando un poco que tocáramos estos temas en un espacio tan público; sin embargo, y por suerte, no había demasiada actividad. -Conozco un café por aquí cerca, si te apetece podríamos ir; es un poco más... privado. No quiero exponerme a que humanos curiosos se entrometan en lo que digo.-, le sugerí.

Asi que era normal cruzarse con seres como ella. Eso sí que no me lo esperaba. De donde yo venía no se hablaba de ellos, se tenía cierto rechazo aunque yo no nunca había logrado descubrir por qué. Si, es cierto que se alimentaban de humanos y si, puede ser que sea algo extraño que no puedan estar al sol pero... no me parecían tan aberrantes ni nada que se le pareciera. Más bien todo lo contrario. Su aspecto era agradable y me provocaba cierta simpatía.
- Bien, podemos ir a cualquier café que desees - comenté restándole importancia - ¿Dónde queda?
No había muchos mortales cerca y hasta me había olvidado que en la Tierra todos los seres se mantenían ocultos. A veces los humanos podían ser tan desagradables. Yo misma había visto desde mi hogar como se encargaban de destrozar todo animal solo por diversión y mi Padre los defendía.
- Tengo mucha curiosidad por ti - comenté esperando alguna reacción.
Yo no sabía mentir, de hecho muy pocas veces lo había logrado realmente y sabía que ella ya había notado mi interés.
Algo en mí se activó. Necesitaba saber cómo reaccionaban los seres como ella ante mi interés. Quizás actuaría como engreída y su ego se agrandaría o quizás todo lo contrario. Sería mejor que lo comprobara directamente.

Me confesó que tenia mucha curiosidad por mí. Bueno, frente a mis facciones perfectas, y mi sensualidad y provocación natas, solía dejar a unos cuantos curiosos... Aún así había algo en ella que me resultaba atractivo, y no solo era su angelical rostro. Ella emanaba inocencia, y probablemente pecaba de ello siendo una recién llegada. Sin embargo sentía contradictorio el hecho de relacionarme con alguien tan puro; si bien mi más grande romance había sido con un ángel caído, mi tocaya aún parecía un ángel... únicamente el hecho de que estuviera en tierra, hacía descartar la posibilidad de que todavía perteneciera al cielo.

-Tengo el coche estacionado en la esquina... bien podría ir caminando, pero no quiero llamar la atención debido a la velocidad con la que normalmente camino-, dije observando mi reflejo en el espejo, donde una mujer de tentadoras curvas y sugestionable vestimenta me devolvía mi propia mirada. -Bueno, no aún más de lo que la llamo-, agregué.

La observé mientras miraba su propio reflejo. ¿Todos los seres serían como ella? Había algo que llamaba mi atención pero otro estado se había prendido en mi: el peligro. Quizás estar con ella allí, en aquel lugar, era peligroso o tal vez el peligro era aquella vamiresa misma.
De todas maneras no importaba. La curiosidad mató al gato era la famosa frase, pues bien si llegaba a morir por curiosa que así fuese.
- No es molestia ir caminando o volando o como desees - comenté encogiéndome de hombros.
Miré mi reflejo al lado del suyo. ¿Se notaría que no eramos humanas o sólo lo notaban seres como nosotras? Tenía demasiadas preguntas y muy pocas respuestas. No era algo a lo que estuviese acostumbrada y no era de mi agrado.
Volví a fijar mi mirada en aquel extraño ser que me acompañaba y bajé la voz para que sólo pudiese oírme ella:
- Está prohibido mencionar lo que somos o dar a conocer nuestra naturaleza, ¿cierto? - pregunté en un susurro casi inaudible.
Mejor estar precavida aunque claro, no había nadie en la Tierra que pudiese ya decirme qué hacer y que no. Al menos no conocía a nadie.

Mi tocaya confesó con gran inocencia que no le molestaría ir caminando o volando... ¿Acaso creería que podía convertirme en murciélago como en las viejas películas bizarras de terror, o qué?; se me escapó una risita que no pude evitar contener. -No vuelo-, le informé, -Bueno, a menos que salté desde un acantilado a otro, pero los vampiros no volamos... caminamos, corremos y saltamos a velocidades espeluznantes-, agregué mirándola. Me resultaba peculiarmente atractiva; a lo mejor podía ser una de mis tantas aventuras; aún así, claro estaba, que solamente se trataba de un entretenimiento... la chica era bonita y perfecta en apariencia para eso.

Me preguntó si estaría prohibido mencionar lo que somos, por lo que la miré con mi mayor gesto de sorpresa, ¿Era una broma, o qué?, esta niña se pasaba de inocente... sin embargo había algo tentador en ello. ¿Hasta qué punto sería inocente?. Me le acerqué a su oído, a una distancia que ningún mortal podría oír. -Si yo revelo quien soy a un humano, me vuelan la cabeza... si tú lo revelas, directo al infierno-, le susurré en un tono sensualmente peligroso. Sin decir más, comencé a caminar hacia el bar que tenía en mente. Una vez que llegamos, la dejé ingresar primero a ella, y luego pasé yo; bajé unos escalones hasta acceder a la sala central, caminé con mi espalda erguida mientras mis tacones hacían su ruido típico a cada paso que daba.

Llegué hasta la barra de tragos, siendo seguida por la ángel caído que había conocido esa misma tarde; saludé educadamente a la mesera, y le pedí que nos dieran una mesa privada. La joven salió rápidamente del mostrador, y nos hizo seguirla, señalándonos que una mesa fuera de los límites de la sala principal nos esperaba con la mayor discreción posible. Agradecí por el detalle, y caminé hacia la mesa, tomando asiento al llegar.